Había una vez un hombre que fue a aprender kung-fu al lejano oriente . Llevaba diez años estudiando y nada que aprendía nada por lo que decidió hablar con su maestro, un viejo como de cien años de esos que enseñan artes marciales al maestro le dijo:
Estoy cansado de esto. Practico y practico y no puedo dar ni una patada. Me voy. El maestro lo miró dulcemente a los ojos, y con voz suave, paternal y misteriosa, le dijo: ¿Has visto a las gaviotas cuando vuelan a favor del viento? Y el aprendiz respondió: Sí, maestro. ¿Y has visto como los hipopótamos se revuelcan en el fango? Y el aprendiz respondió: Sí, maestro. ¿Y has visto como los ocelotes abren sus ojos a la luz? Y el aprendiz respondió: Sí, maestro.
¿Ves? Por estar viendo esas pendejadas no aprendes ni ostras